Polarización grupal y agregación colectiva

Cuando dos fracciones dentro de un grupo se polarizan, se distancian más entre sí, se da al mismo tiempo una homogeneización en el interior de los subgrupos que los desplaza hacia una mayor radicalización.    

En ciencias sociales el término «polarización» se usa para explicar dos comportamientos distintos, que son complementarios. Ambos nos interesan desde el punto de vista de un tema que tratamos mucho en este blog, el de la «agregación colectiva»:

  1. Polarización que divide: Esta es la acepción más reconocida. Dos o más fracciones se reafirman en opiniones contrarias («polos» opuestos) y aparentemente irreconciliables, sin puntos en común que hagan posible la convergencia. Cada grupo adopta una postura más radical o extrema que la que hubieran tomado los individuos por separado.
  2. Polarización que refuerza la postura previa a la deliberación: Acentuación de la postura inicialmente dominante tras la deliberación de un grupo. Es decir, cuando en un grupo hay al principio una postura (individualmente) dominante, la opinión agregada por un proceso de deliberación puede ser más extrema, se desplaza más en esa misma dirección. Ya veremos, en este post y el siguiente, que este supuesto impacto negativo de la agregación colectiva es discutible, y solo se da bajo ciertas circunstancias.

El efecto combinado de ambos comportamientos puede ser muy pernicioso porque anula la opción de encontrar soluciones pacíficas y razonadas a conflictos colectivos, de integrar la diversidad en una solución inclusiva (que reflejaría una IC de más calidad), dejando como única posibilidad la imposición de un grupo sobre el otro.  

La 1 apunta a que el grupo se divide en posturas opuestas, mientras que la 2 recibe un nombre que es confuso porque cuando uno piensa en «polarización» se imagina al menos dos polos. Por ejemplo, cuando decimos que en Estados Unidos la gente se ha polarizado en relación con la pena de muerte significaría que una parte está muy a favor de ella, y otra radicalmente en contra. De hecho, en la 2 lo que en realidad ocurre es que se «homogeniza» más la opinión grupal en torno a la inicialmente mayoritaria.

En términos estadísticos podríamos decir que en la polarización 1 —la más intuitiva— se da un aumento de la varianza, que es un dato que ayuda a entender cómo los grupos alejan sus posturas entre sí. En la 2, la «homogeneización» dentro del grupo viene acompañada de un corrimiento de la mediana hacia uno de los extremos.

Si se observa bien, ambas interpretaciones tienen puntos en común y se solapan. Cuando dos fracciones dentro de un grupo se polarizan, se distancian más entre sí, se da al mismo tiempo una homogeneización en el interior de los subgrupos que los desplaza hacia una mayor radicalización.    

La polarización-2 genera más convergencia en torno a un punto más extremo del que había antes de deliberar. Cass Sunstein, su principal valedor («Ley de Polarización Grupal») reconoce que el nombre es engañoso porque no se refiere a un grupo dividido en dos sino a un corrimiento de la opinión mayoritaria del grupo hacia uno de los polos.  

La polarización, en cualquiera de sus dos interpretaciones, suele mezclarse con el efecto de Pensamiento de Grupo o «groupthink». Cuando el grupo se divide en posturas irreconciliables, el efecto de la rivalidad tiende a insuflar más cohesión dentro de los subgrupos polarizados, empujando a definir la identidad en oposición al otro, lo que se traduce en más presión social para converger a cualquier coste al interior de las dos posturas. Y en el segundo caso, cuando la opinión promedio de una parte del grupo se mueve hacia un extremo, es bastante habitual que ocurra también por presión social e informacional que hace que las opiniones minoritarias se alineen con las dominantes para evitar conflictos o simplemente porque al ser más personas, parezcan más convincentes. 

Ahora te invito a ver con más detenimiento los dos casos, cada uno con sus singularidades. 

Polarización 1: Cuando el grupo se divide

En la que para mí es la verdadera polarización, la 1, un grupo se divide en dos o más subgrupos opuestos con cada vez menos miembros defendiendo una postura neutral o intermedia. Los miembros de lados opuestos toman posiciones que están cada vez más lejos de las de la otra parte, y a veces llegan a definir su identidad en oposición a la del otro. Se deteriora la comunicación y a menudo se culpabilizan de todo entre ellos.

Un ejemplo que se cita a menudo es el de las «guerras de edición» que se dan en la Wikipedia, cuando dos visiones antagonistas se enzarzan en un bucle interminable de modificaciones mutuas alrededor de un artículo, atrincherados en sus propios argumentos, en lugar de abrirse a los puntos de vista de la otra parte para encontrar un espacio común enriquecido.

Esta situación me resulta, por desgracia, bastante familiar en escenarios más trascendentes. Se ha dado en referendos como los de Colombia o el Brexit. Lo estamos viendo en la actualidad, de forma cada vez más agudizada, en torno al conflicto de Cataluña donde es prácticamente imposible que se dé una conversación razonada entre personas enquistadas en alguna de las dos posturas en disputa. Lo mismo ocurre si queremos deliberar sobre temas sensibles como la religión, el aborto o la emigración.

En un escenario así, exponerse a buenos argumentos de la otra parte, que invitan a revisar los puntos de vista, parece no surtir efecto como consecuencia del sesgo de confirmación, o sea, esa tendencia de los individuos a buscar e interpretar los hechos y evidencias de manera selectiva quedándose sólo con aquello que reafirma lo que pensaban. Este comportamiento se explica por la Teoría de la Exposición Selectiva, de Paul Félix Lazarsfeld et al, según la cual las personas tratan de evadir la incómoda sensación de disonancia cognitiva que les provoca la información que contradice sus creencias, seleccionando el punto de vista «amigo» que no les obliga a reevaluar lo que creían. Además, cuando formamos burbujas sectarias con personas que piensan igual que nosotros reforzamos el exceso de confianza en nuestras creencias, lo que impide ser receptivos ante evidencias contrarias. 

Tendría que aclarar que cuando digo que la polarización grupal dificulta la agregación colectiva me estoy refiriendo a conseguir consensos o acuerdos robustos y mayoritarios, que reflejen un juicio o decisión colectiva que satisfaga al mayor porcentaje posible de participantes, que debería ser un objetivo. Matizo esto porque incluso habiendo extremos discrepantes, donde el acuerdo parece imposible, siempre queda la opción de agregar el juicio colectivo mediante mecanismos menos inclusivos como es la votación. En este caso, un subgrupo impone su opinión al otro legitimado por el principio democrático de la mayoría, pero insisto mucho en que la votación debería ser el último recurso que se adopte y dejarlo solo para cuando hayamos agotado todas las posibilidades de llegar a acuerdos que integren más sensibilidades en la solución.

Algunos expertos opinan que en el contexto de los grupos, cuando las personas participan en debates colectivos, el llamado «sistema-1» de pensamiento, que el Premio Nobel Daniel Kahneman define como «pensar rápido» porque responde a patrones automáticos, emocionales e intuitivos, pesa más y gana más fuerza que el «sistema-2» de «pensar despacio» basado en lógicas racionales y analíticas. Es como si la interacción social con el grupo sobre-estimulara el tempo de reflexión y removiera pulsos más emocionales que si la persona intenta pensar de forma aislada, sin intercambio externo.

Polarización 2: Cuando «deliberar» radicaliza al grupo

El concepto de polarización grupal, así entendida, se remonta a una tesis (1961) de un estudiante del MIT, James Stoner, quien observó que un grupo de personas adversas al riesgo toman decisiones colectivas más conservadoras que las que tomarían individualmente. Y al revés, si son más arriesgadas, asumen como grupo riesgos superiores a los que hubieran aceptado de forma individual. 

Otro ejemplo que encontré en Reddit puede ayudarnos a entender mejor la idea. Un grupo de 4 personas sale a comer a un restaurante. Individualmente, les gusta que el nivel picante sea de 3 estrellas sobre 5 (1 no es picante, 5 es súper picante), así que tienen preferencias de picante un poco por encima del promedio, pero relativamente moderadas. Sin embargo, cuando tienen que elegir un plato común para la mesa y necesitan tomar una decisión sobre el nivel de picante para todo el grupo, pueden terminar eligiendo el nivel 4 como resultado de que se mueve la opinión colectiva en la dirección del extremo que era favorito antes de conversar entre ellos. 

Uno de los objetivos de la deliberación colectiva es corregir los sesgos individuales así que —si hay suficiente diversidad— es de esperar que unos sesgos compensen a otros y los participantes enriquezcan sus puntos de vista con perspectivas complementarias. Entonces, si eso es así, ¿por qué se da la Polarización? Hay muchas razones pero propongo considerar especialmente estas dos:

  1. Grado de exposición a suficientes opiniones contrarias: Hay que ver si la conversación se da entre personas que opinan igual o si es entre posturas que piensan diferente. Saber esto es clave para sacar conclusiones sobre el efecto de deliberar. El grado de exposición, en términos relativos, también es muy relevante. Si de cada 10 personas con las que hablamos 9 refuerzan nuestro punto de vista, es poco probable que la décima persona, que piensa diferente, tenga fuerza suficiente para cambiarnos. Pero si la exposición a opiniones contrarias es más frecuente e intensa, el peso de los nuevos argumentos puede llegar a obligarnos a ser más receptivos.
  2. Naturaleza emocional o subjetiva del tema: Aun cuando exista suficiente diversidad, y el dialogo se fomente entre opiniones contrarias, puede seguir siendo inútil la deliberación como mecanismo de búsqueda de consenso si se tratan temas que implican fuertes emociones o están muy cargados de subjetividad.

Respecto del segundo punto, buscar la síntesis suele ser complicado cuando hay que ponerse de acuerdo en temas que no responden al mundo de los hechos objetivos o incontestables. Si hay una sola respuesta correcta es más sencillo pero cuando el asunto implica cuestiones morales o ideológicas, de una fuerte carga emocional, es habitual que se produzca cierta polarización y que esto dificulte el consenso grupal. En un escenario así el diálogo puede reforzar la polarización en vez de facilitar el consenso. Las redes sociales sugieren eso, quizás por un problema de escala y de desconexión emocional; de ahí que una solución puede ser formar grupos más pequeños en los que se favorezca un intercambio más cercano y constructivo que ayude a forjar acuerdos.

Me gustaría matizar que el hecho de que el grupo se «homogenice» hacia uno de los extremos de las dos posturas en disputa no es malo per se. No podemos decir que por el mero hecho de la radicalización haya habido un movimiento en la dirección incorrecta. Depende de la naturaleza del problema. Por ejemplo, que el agregado colectivo se mueva en favor de posturas más anti-esclavistas o de defensa de la igualdad de género, en vez de quedarse en posiciones tibias y demasiado moderadas, es un comportamiento positivo porque son cambios socialmente deseables que necesitan de firmeza y una amplia aprobación ciudadana. 

Sin embargo, un exceso de polarización puede llevar a un estado de hiper-identidad con lo colectivo que anule en cierta medida el criterio individual. Situaciones de ese tipo se dan en grupos religiosos extremos o en países enteros cuando se ensalza el patriotismo exacerbado. Las fronteras parecen diluirse entre lo político y lo religioso. La identificación de un enemigo, como ya sabemos, favorece aún más la radicalización. 

En el post que seguirá a este voy a entrar en detalles sobre cómo las llamadas «cámaras de eco» inciden en la polarización grupal, y abriré conversación sobre la controversia que existe en torno a la afirmación, de expertos como Cass Sunstein, de que «la deliberación colectiva induce a una mayor radicalización de posturas». Esto no es técnicamente cierto porque depende de cómo se diseñe el ejercicio deliberativo y de muchos otros factores. Asimismo exploraré brevemente esa otra idea de que «Internet aumenta la polarización». Nos vemos en la siguiente entrada.  

NOTA: La imagen es de Johnhain en Pixabay. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscribirse por mail” que aparece en la esquina superior derecha de esta página. También puedes seguirme por Twitter o visitar mi blog personal: Blog de Amalio Rey. Si estas interesado/a en saber más sobre el “El Libro de la Inteligencia Colectiva“, tienes toda la información en este enlace

Experto en lnteligencia Colectiva y creación de redes y ecosistemas de innovación. Se dedica al diseño de arquitecturas participativas y al escalado eficaz de estos procesos. Autor del Canvas del Liderazgo Innovador, facilita proyectos e imparte formación sobre Design Thinking, Inteligencia Colectiva, Hibridación, Co-Skills, Co-Creación, y Ecosistemas 2.0 para innovar. Lidera proyectos de Arquitectura de la Información, redacción-web y diseño de contenidos digitales sobre innovación. Twitter: @arey Blogs: www.amaliorey.com y https://www.bloginteligenciacolectiva.com/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.