Hoy toca un nuevo capítulo del seriado que vengo escribiendo sobre los llamados «mecanismos de agregación». Sé que me repito pero te recuerdo que son los que hacen de pegamento para convertir un conjunto disperso de preferencias individuales en un juicio o decisión colectiva. En posts anteriores hablé del consenso (comparándolo con la votación), de la emergencia como lógica compleja y autoorganizada de generar agregados colectivos, y también de los promedios estadísticos, algoritmos y curadores. En esta ocasión voy a explicar cómo agregan los concursos, y qué se puede hacer para que mejoren su impacto en el rendimiento colectivo.
Cuando la decisión o el comportamiento del grupo resulta de escoger la mejor propuesta, que puede ser individual o proceder de un subgrupo, hablamos de agregación por selección. Es un procedimiento competitivo. En el mejor de los casos, el grupo convergerá en las aportaciones del miembro o los equipos más competentes por la calidad de sus ideas y los argumentos que la respalden. Y por lo tanto aquí el grupo resulta, en principio, tan inteligente como el más inteligente de sus miembros.
Tal vez cueste admitir que la «selección» sea verdaderamente un mecanismo colectivo de agregación. Resulta contraintuitivo que se pueda agregar eligiendo solo una (o unas pocas) de las aportaciones y descartando la inmensa mayoría. Pero hay que aceptar que un grupo puede adoptar, y está en su derecho de hacerlo, ese mecanismo para ponerse de acuerdo entre sus integrantes, aunque suele ser —como explicaré— la opción más pobre.
Los concursos son un mecanismo habitual para agregar por selección. En ellos, los participantes compiten entre sí para que sus propuestas o ideas sean las elegidas. También puede darse el caso de que un concurso se diseñe siguiendo lógicas híbridas, de forma que además de competir se pueda colaborar para agregar por síntesis.
En principio, este tipo de agregación no es el mecanismo más edificante para la inteligencia colectiva. Karim Lakhani, un profesor de la universidad de Harvard que ha investigado a fondo los concursos de innovación abierta, afirma que los puramente competitivos no conducen al óptimo social y que son poco eficientes porque pocos individuos ganan y se desperdicia mucho conocimiento. Lakhani considera que las ideas mejoran al interrelacionarse unas con otras, y eso no lo permiten los concursos-competición, que tratan cada propuesta como una unidad independiente.
Sin embargo, en vez de concebirlos desde el individualismo y la centralización, es posible organizarlos de manera diferente, introduciendo mejoras de diseño como estas:
1. Remezcla: Permitir la remezcla entre los resultados individuales, o sea, la colaboración. Como hacen por ejemplo Matlab ―una herramienta de software matemático― o Scratch, un lenguaje con el que se adquieren habilidades de programación sin tener conocimientos profundos sobre el código.
2. Feedback colectivo: Facilitar la reflexión colectiva sobre las propuestas para que cualquier persona pueda sugerir mejoras y enriquecerlas. No son propuestas cerradas al jurado de expertos, sino abiertas al análisis crítico y las sugerencias de todos los participantes.
3. Filtrado colaborativo: Establecer un mecanismo de filtrado colaborativo para que todo el colectivo pueda participar en la selección de los ganadores o de, al menos, un subconjunto de preseleccionados.
4. Criterios transparentes: Abrir el debate y descartar el secretismo para que todos los participantes puedan entender qué distingue a las mejores aportaciones. Los criterios de selección son transparentes y eso permite entender el «algoritmo» que se usa para primar unas propuestas por encima de otras. Esos criterios, incluso, se podrían acordar colectivamente.
5. Segundas oportunidades: Idear fórmulas que permitan reutilizar las propuestas no ganadoras para que tengan una «segunda oportunidad» y que ese conocimiento no se pierda. Algunas propuestas que han recibido un respaldo minoritario, o no han sido consideradas por el jurado, podrían entrar en una suerte de «repechaje» para que sean reconsideradas.
Como se ve, la clave del rediseño de este mecanismo está en introducir factores de aprendizaje e interacción para que el patrón de intercambio no sea tan radial desde un paradigma de expertos.En términos de inteligencia colectiva, no es rentable socialmente que en los concursos solo salgan beneficiados la entidad convocante y los pocos ganadores. Y ese desaprovechamiento del talento me molesta especialmente en los procesos de crowdsourcing promovidos por la Administración Pública, en los que se supone que la inclusión y el aprendizaje deberían ser dimensiones relevantes.
En definitiva, la competencia entre ideas puede producir interesantes manifestaciones de inteligencia colectiva, pero solo si se hace acompañar de una capa de colaboración. El concurso serviría entonces de incentivo, un paso previo a una segunda fase que introduciría lógicas de intercambio, remezcla y colaboración. Y es que, como digo, la inmensa mayoría de las veces nadie procesa ni extrae valor de las propuestas que no ganan. Muchas ideas brillantes se quedan por el camino simplemente porque no existe un diseño del proceso que ayude a la multitud a retomarlas y hacerlas mejores.
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