El efecto de demasiado talento

conflictos colectivos

Un estudio que analiza el rendimiento de equipos en tres deportes: Fútbol, Baloncesto y Beisbol, confirma el distinto efecto que tiene el talento individual en el rendimiento grupal. Además, que cuando los equipos necesitan unirse, más talento puede separarlos, como suele ocurrir en aquellos que tienen muchas superestrellas. Estos hallazgos plantean importantes implicaciones para la gestión del personal en las organizaciones y, sobre todo, para las políticas de selección.

Decía en mi post anterior que el impacto de la inteligencia individual en la colectiva depende del tipo de tareas. Si no lo has leído, quizás te convenga echarle un vistazo antes de continuar con este, pero, por resumir, su tesis principal es esta: si el desafío colectivo es de una naturaleza que exige mucha coordinación por haber fuertes interdependencias, entonces el Cociente Intelectual- CI (como indicador simplificado de la inteligencia individual) pesa menos porque la inteligencia grupal parece desplazarse al espacio común y a las metodologías que se usen para hacer efectiva la coordinación. Pero si la tarea es más aditiva que de síntesis, o sea, que consiste en sumar contribuciones individuales más que en mezclarlas, el talento individual puede pesar mucho en el resultado.

Impacto del talento individual en el rendimiento colectivo

Un artículo de investigación presentado por Jordan B. Barlow y Alan R. Dennis, de la Universidad de Indiana, en la 2014 Collective Intelligence Conference, demuestra que las “actividades centradas en la producción” tipo Lluvia de Ideas, que funcionan según la lógica de: “primero-aportaciones-individuales-y-después-se-elige-o-suma”, dependen más de la inteligencia individual que las “centradas en la coordinación”, por ejemplo, negociar una lista colectiva de la compra o gestionar un proceso de selección de alumnos en una universidad, que requieren más interacción en equipo.

Para que se entienda mejor esa idea, voy a usar un ejemplo deportivo. La revista Psychological Science publicó un estudio en 2014, realizado por investigadores de INSEAD y Northwestern University, que compara las estadísticas individuales con el éxito de los equipos en baloncesto, futbol y béisbol; constatando que en esos tres deportes había alguna relación entre la efectividad individual y la del equipo pero que la relación más fuerte se producía en el béisbol porque tiene menos interacciones entre jugadores, y la más débil en el baloncesto. En el béisbol la capacidad individual pesaba mucho más en el rendimiento global que en el baloncesto. Planteado al revés, en los deportes donde se necesita más cooperación e interacción entre los jugadores decrece la importancia relativa de las habilidades individuales y aumenta el impacto de los procesos grupales.

Esto es extensible a otros escenarios. Por ejemplo, no es lo mismo el peso que tienen las capacidades individuales para salir de un juego de Escape Room que para realizar una intervención quirúrgica muy compleja. En el primero, la brillantez de algunas contribuciones individuales puede bastar, mientras que en la segunda, es imprescindible una coordinación exquisita entre los miembros de un equipo para que la operación sea exitosa.

El efecto de demasiado talento

El mismo estudio llega a otra conclusión que confirma situaciones que hemos vivido a menudo gestionando equipos. Cuando analiza el efecto de añadir talentos individuales o “estrellas” en los equipos deportivos, demuestra que el talento individual favorece el rendimiento colectivo pero solo hasta cierto punto, después del cual los beneficios de más talento disminuyen y finalmente se vuelven perjudiciales porque afectan la coordinación dentro del equipo.

A eso los investigadores le llamaron el efecto de demasiado talento (The Too-Much-Talent Effect, en inglés), que afecta especialmente a deportes como el fútbol y el baloncesto, donde -por los motivos que comenté antes- hay mucha más labor de equipo y necesidades de coordinación, que en el beisbol. En este, ese efecto nunca se volvió negativo porque la interdependencia entre tareas es relativamente baja, y la coordinación pesa menos en el rendimiento colectivo.

Me gusta entrar en los detalles de los trabajos de investigación que cito en este blog, porque siempre aportan matices interesantes. Vamos allá. Para llegar a esa conclusión hicieron cinco estudios. Los dos primeros consistieron en encuestas para recoger la percepción que tiene la gente sobre la relación entre talento individual y desempeño del equipo. La opinión predominante fue que más talento aumenta de forma lineal y monótona el rendimiento de los equipos y que es así como hay que actuar a la hora de tomar decisiones de selección de personas. Las encuestas reflejaron también la creencia de que el efecto de añadir más talento nunca genera un impacto negativo.

Los otros tres estudios se basaron en examinar datos de archivo de equipos reales en estas competiciones: 3) Fútbol: clasificación para la Copa del Mundo 2010 en Sudáfrica y el Mundial de Brasil 2014, 4) Baloncesto: datos de competición de la NBA, 3) Beisbol: datos de la MLB o Grandes Ligas. Tanto en el Fútbol (estudio 3) como en el Baloncesto (estudio 4), el beneficio marginal real de añadir más talento fue disminuyendo a un ritmo mucho más rápido de lo que la gente creía. Y en ambos casos, hubo un momento en el que la relación entre el talento individual y el rendimiento colectivo se volvió negativa. Por el contrario, en el Beisbol (estudio 5), donde las interdependencias entre los jugadores es más baja (es un juego que sigue una lógica más secuencial), esa relación siempre fue positiva. 

Por lo tanto, cuando los equipos necesitan unirse, más talento puede separarlos, y eso coincide con la impresión general de que aquellos que tienen muchas superestrellas a menudo no cumplen con las expectativas. Los investigadores citan como ejemplos las decepcionantes actuaciones de la selección francesa de futbol en la Copa Mundial de 2010, la holandesa en la Eurocopa de 2012, o Miami Heat en la temporada 2010-11 de la NBA. Todos esos equipos estaban plagados de “demasiadas” estrellas. 

Louis van Gaal parece haber entendido bien esa idea contraintuitiva de que seleccionar menos jugadores talentosos puede producir un mejor equipo, cuando asumió el cargo de entrenador de la selección holandesa tras el fracaso de 2012. Su decisión fue taxativa: redujo significativamente el número de estrellas porque entendía el “efecto de demasiado talento” que se ha documentado aquí. ¿Cuál fue el resultado? Los holandeses se clasificaron para el Mundial de 2014 sin perder un solo partido. Asimismo, Miami Heat ganó el campeonato en 2011-2012 cuando dos de sus All-Stars se vieron impedidos de jugar por lesiones, facilitando entonces un orden jerárquico más claro que relajó el impacto negativo de “demasiados gallos en el mismo corral”.

Implicaciones para la gestión de personas en las organizaciones

Lo interesante es que estos hallazgos son aplicables a áreas más allá del dominio de los deportes. El efecto de demasiado talento se da también en otros contextos organizativos. El mito de cuanto más talento individual, mejor” es una creencia generalizada que se debe revisar en las políticas de selección de personal. Esto vale tanto para los equipos como para sociedades enteras. Atraer talento es positivo, pero según a qué tipos de actividades se asignen, la diversidad o complementariedad puede ser un factor más decisivo en el rendimiento agregado. Conseguir más diversidad y mejorar la gestión de las interdependencias puede ser un factor más determinante para conseguir resultados positivos.  

Como ya he insistido en otra ocasión, estudios realizados por el experto Scott Page demuestran que crear grupos diversos es más efectivo que reunir en ellos a las personas más inteligentes. Los grupos diversos resuelven mejor los problemas complejos, lo que en términos prácticos de gestión de RRHH significa que a la hora de reclutar al nuevo personal, es mejor buscar a personas que aporten más diversidad a lo que ya hay dentro, que insistir en captar a los más inteligentes. Es importante insistir en esto porque, según mi experiencia, se tiende a elegir a los más listos (pruebas de coeficiente intelectual incluidas) en lugar de pensar en cuánto de diferente es esa persona respecto de los perfiles que ya se tienen dentro de la organización, o sea, qué destrezas diferentes puede aportar respecto de las que ya dispone el grupo.

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Experto en lnteligencia Colectiva y creación de redes y ecosistemas de innovación. Se dedica al diseño de arquitecturas participativas y al escalado eficaz de estos procesos. Autor del Canvas del Liderazgo Innovador, facilita proyectos e imparte formación sobre Design Thinking, Inteligencia Colectiva, Hibridación, Co-Skills, Co-Creación, y Ecosistemas 2.0 para innovar. Lidera proyectos de Arquitectura de la Información, redacción-web y diseño de contenidos digitales sobre innovación. Twitter: @arey Blogs: www.amaliorey.com y https://www.bloginteligenciacolectiva.com/

7 comments

  1. Muchísimas gracias Amalio por tu valioso artículo. Realmente ma aporta mucho y apunta hacia una idea que comparto.
    No obstante, te quería plantear si las conclusiones de estos estudios no están demasiado forzados por partir desde el inicio en una visión clásica de la inteligencia, es decir, fundamentada en el CI.
    Una visión que también es una creencia generalizada, es decir, inteligencia=CI
    Posiblemente esos estudios están un poco mediatizados por la importancia evidente que la sociedad reconoce a las grandes estrellas (ya sea del fútbol, del baloncesto y otros ámbitos)
    Pero probablemente una visión como de la inteligencia más próxima, por ejemplo, a las inteligencias múltiples de Gardner, podría balancear esos resultados u obtener variables interesantes que explican muchas veces esa incuestionable práctica de la inteligencia colectiva.

    1. Hola, Josep: Esos estudios reconocen que el CI es un “proxy” demasiado simple para medir el talento individual, pero lo usan por la falta de otros. Pero reconocerse, sí que se reconoce en la mayoría de los papers que yo he revisado.
      En la investigación de los deportes, fíjate, no usan el CI como medida del “talento individual” sino otros datos de valor de mercado o resultados de los jugadores según rankings, etc. No recuerdo bien cuáles son los indicadores, pero creo recordar que eran adecuados.
      Usar la teoría de Gardner complicaría muchísimo cualquier estudio. Te puedes imaginar. Por eso, en el libro que estoy escribiendo, hablo de “capacidad individual” como el efecto combinado de: 1) inteligencia general (sería el CI), 2) habilidades y destrezas, 3) conocimiento y experiencia. Creo que esas tres dimensiones influyen en la calidad de las contribuciones que puede hacer una persona a un equipo.
      El CI es importante, más relevante, cuando el reto es cognitivamente complejo. Un saludo

  2. Ok. Gracias. Entiendo. ¿No crees que también variables subjetivas como la inteligencia emocional pueden ser variables importantes en la consecución de objetivos de grupo?
    Por mi experiencia, variables como el autoconocimiento, el autocontrol, la automotivación, la empatía o la resiliencia siempre han cohesionado los grupos y optimizado bastante los resultados.
    Saludos.

  3. Maravilloso.
    Por la parte que me toca, y he estado en ambos lados como sabes, en el deporte y en la empresa, estaba claro. Lo diverso aporta matices colectivos que ayuda a mejorar las capacidades individuales, además de mejorar, si consigues ilusionar y enfocar a todo el mundo en el mismo objetivo, colectivamente el rendimiento.
    Me lo guardo. 😉

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