Es bastante habitual ver proyectos supuestamente participativos que tratan a los colectivos convocados como meros espectadores. Más que participación, que implica un grado de proactividad y empoderamiento, solo se busca la adhesión a decisiones ya tomadas o el acceso a recursos que se necesitan para completar tareas según un diseño predeterminado por la entidad convocante. Esto se da bastante en iniciativas que se promueven a escala ciudadana y también dentro de las organizaciones empresariales, lo que genera cada vez más frustración en un contexto en el que aumentan las expectativas de una participación genuina.
A partir de mi trabajo de facilitación y acompañamiento de iniciativas de este tipo, desarrollé una metodología sencilla para examinar el grado en que esos proyectos están comprometidos de verdad con aplicar lógicas participativas auténticas. Consiste en revisar cómo se diseñan y gestionan seis “momentos” que pueden beneficiarse de mecanismos de inteligencia colectiva. Troceo el proyecto en esos tipos de tareas, y analizo en qué grado cada una de ellas está abierta a la participación.
Esos seis “momentos” son los que describo a continuación:
1. Definición del reto y las grandes preguntas:
Es lo que suele llamarse “agenda setting”, o sea, el momento en que se delimita el campo de juego: ¿qué buscamos y pretendemos resolver? ¿cuál es la gran pregunta o problema en la que vamos a centrarnos? Lo que se decida aquí determina en gran medida si el proyecto va a tener o no un impacto significativo en los participantes.
2. Diseño de la metodología de recogida de datos, propuestas, ideas:
Es fundamental un diseño genuinamente participativo en la recogida de los datos, propuestas o ideas que, además de eficaz sea transparente, y descarte cualquier posibilidad de manipulación. Los participantes deberían poder influir en ese diseño, aportando ideas que diversifiquen las fuentes de información, mejoren el encaje de estos con los resultados que se buscan y garanticen legitimidad.
Cuando hablo de “datos” aquí, y en los dos puntos que le siguen, me refiero a “inputs” en general, desde datos propiamente dichos a propuestas, ideas, opiniones, etc., que después se procesan en la agregación. Por explicarlo de un modo sencillo, es todo lo que entra en el horno con lo que después se cuece el puchero colectivo.
3. Captura de datos, propuestas, ideas:
Además de un buen diseño, se necesita que el sistema de recogida de datos, ideas, propuestas, inputs en general, se despliegue bien, y saque provecho de las ventajas que significa contar con una red distribuida de personas captando la información.
4. Análisis de los datos, propuestas, ideas:
Es el momento de decidir cómo se interpretan los inputs, qué metodologías se utilizan y en qué grado el colectivo se implica, de forma abierta y transparente, en ese análisis para que su participación sea significativa. Un reto colectivo demanda un diagnóstico que también sea colectivo.
5. Toma de decisiones:
Todos los proyectos tienen momentos en los que hay que tomar decisiones, en mayor o menor grado. Por eso, debemos fijarnos en cómo es su gobernanza, o sea, qué mecanismos de agregación de preferencias contempla para tomar esas decisiones que son cruciales en su diseño y gestión, para que además de eficaz se perciba como legítima.
6. Apropiación de los resultados:
Se trata de revisar cómo se distribuyen los retornos del proyecto, poniendo especial atención en si el colectivo participante tiene un acceso justo a los beneficios generados (en vez de ser retenidos por la entidad convocante) tanto en términos de retroalimentación como de aprendizaje e impacto directo de las soluciones obtenidas.
Poner la lupa en esos seis momentos de cualquier proyecto colectivo, revisando uno por uno, me permite capturar una radiografía clara de cuan genuinamente participativo es. Para extraer conclusiones, aplico como referencia estos dos principios:
1. A más “momentos”, de los seis, se nutran de lógicas participativas y abiertas, mejor.
2. Los momentos 1 (Definición), 4 (Análisis) y 5 (Toma de decisiones) son, con diferencia, los más relevantes y los que hay que priorizar en el análisis. Eso es así porque son los que más inteligencia colectiva generan, y los que mejor determinan si la participación es significativa, o sea, tienen un impacto notable en el proceso y los resultados.
En cuanto al segundo punto, si el colectivo solo interviene activamente en el momento-3, el de la recogida de los datos —que es lo que suele ocurrir la mayoría de las veces— y deja que tanto la definición del problema como el cocido de la información recopilada se haga por expertos, el equipo directivo o un grupo cerrado, entonces se pierde mucha diversidad y riqueza participativa. Estos estrechamientos del caudal colectivo ponen bastante en cuestión tanto la legitimidad como la eficacia colectiva de esas iniciativas.
Por eso siempre digo que conviene preguntarse siempre quién elige las recetas y está al mando del fogón en el que se hace la agregación colectiva. Según mi experiencia, abrir esos tres momentos (1, 4 y 5) a la participación es algo que se descuida de forma sistemática en la mayoría de las iniciativas pretendidamente colectivas que conozco.
Para los que les gustan los sistemas cuantitativos de análisis, indico que es posible evaluar o puntuar el grado de calidad o intensidad participativa de cada uno de esos seis “momentos”. No soy muy de hacer esto, porque me gusta más la mirada cualitativa a un asunto que puede ser resbaladizo a los números, pero si se quiere seguir ese enfoque, sugiero utilizar esta escala decreciente de 5 puntos como referencia, además de ponderar debidamente esos seis momentos según la importancia que tienen con arreglo al segundo principio que cité antes:
5 pts. Co-creación: Participación directa de los afectados mediante espacios abiertos y transparentes, en los que se publica todo lo que se propone, existe la posibilidad de compartir y agregar conocimiento, así como filtrar/elegir colectivamente las mejores opciones.
4 pts. Participación indirecta: Se recogen y negocian propuestas del colectivo a través de personas intermediarias que actúan en representación de este con una autoridad reconocida dentro de la gobernanza del proyecto.
3 pts. Consultas: Se someten a consulta (vinculantes o no) los avances y decisiones más relevantes, para que el colectivo pueda elegir entre opciones que ya vienen predeterminadas.
2 pts. Recogida de sugerencias: Se implementan mecanismos (encuestas, estudios, etc.) para recoger sugerencias y opiniones que puedan aportar un punto de vista colectivo al diseño del proyecto y de la solución, pero sin el compromiso de integrar esas propuestas en el resultado final.
1 pts. Información continua: La entidad convocante se compromete a publicar información de todos los avances y decisiones que se van tomando a lo largo del proyecto, pero como un canal unidireccional, que sólo informa. En este caso, como se ve, no hay participación, pero al menos hay una intención de dar retroalimentación.
Esta suerte de arquitectura de evaluación se puede usar en cualquier proyecto o iniciativa que pretenda aprovechar lógicas de inteligencia colectiva. Su despliegue operativo se hace a través de un dispositivo en forma de lienzo o canvas que permite revisar de forma ordenada, a través de preguntas de una lista de comprobación, cómo responde el proyecto a cada uno de esos momentos según esta escalera participativa de cinco peldaños.
NOTA: La imagen de la entrada es del álbum de Simon en Pixabay.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscribirse por mail” que aparece en la esquina superior derecha de esta página. También puedes seguirme por Twitter o visitar mi blog personal: Blog de Amalio Rey.