Continuando mi seriado sobre #CIconf17, la última Collective Intelligence Conference celebrada en NYC en junio (aquí tienes una primera reseña en formato de “píldoras”), voy a escribir sobre una de las intervenciones más provocadoras que se hicieron en el último panel del evento que se dedicó a la participación colectiva en retos cívicos, estupendamente moderado por el profesor Thomas Malone.
Esa intervención la hizo Eric Gordon, fundador y director del Engagement Lab, un fascinante laboratorio de diseño e investigación que está en Emerson College (Boston), y que se dedica a reimaginar el compromiso cívico desde la perspectiva de la cultura digital. Si encuentro tiempo, voy a dedicar otro post a las tesis de Gordon y a los llamados “Civic Media” (“Medios Cívicos”), que son mecanismos de comunicación a gran escala que fortalecen los lazos sociales dentro de una comunidad y crean un fuerte sentido de compromiso cívico. Estos incluyen desde tecnologías para protestas y desobediencia civil hasta sistemas instantáneos que permiten recoger votos para la toma de decisiones colectivas.
El mensaje que Eric Gordon transmitió con más entusiasmo fue el de reconocer el valor de los procesos participativos en sí mismos, que insistió en reivindicarlos con independencia de la eficacia del resultado que salga de ellos. Su empeño en naturalizar las ineficiencias me recordó a Ricardo Amaste, con quien hemos debatido mucho sobre este asunto.
Gordon se queja de que las “civic tech” se centran demasiado en las mejoras técnicas y descuidan los valores. Su trabajo consiste precisamente en visibilizar y discutir los valores sociales que están embebidos en la tecnología, lo que me trasladó en el tiempo a mi fantástica visita allá por 2012 a Critical Making Lab de la universidad de Toronto, en la que hablamos largamente con Matt Rato de este asunto.
La tesis más provocadora de Gordon, por contraintuitiva, fue que la búsqueda de eficiencia en los procesos colectivos (soy el primero en defender eso, y es una de mis obsesiones) descuida la construcción de valores y otras contribuciones que sí generan los procesos que son más ineficientes.
Su idea es que la búsqueda de atajos eficientes, o sea, más rápidos y baratos, no permite invertir tiempo suficiente en el proceso, en la experiencia de compartir y cultivar valores participativos. Que poner tanto el foco en conseguir el mejor resultado final posible hace que nos perdamos todo lo que pasa antes.
Es por eso por lo que Engagement Lab apuesta por los juegos como mecanismo para fomentar y educar en el compromiso cívico porque, según Gordon, “los juegos son sistemas ineficientes por definición”. Pero no el tipo de juegos en los que solo importa ganar, sino aquellos en los que se disfruta y se aprende de la experiencia. Por ejemplo, jugando al golf ponemos a propósito todos los obstáculos innecesarios que podamos para que el intento de superarlos sea la experiencia. “Jugar es el punto”, lo que buscamos, y por eso aboga por introducir, o no evitar, las “ineficiencias significativas”, que es el término tan sugerente que usa para reivindicar la inmersión en procesos menos resultadistas:
“El mundo cívico necesita de ese tipo de ineficiencias significativas. Si no llegamos a ‘jugar’, entonces no llegamos a descubrir cosas que no sabemos sobre el sistema hasta que no lo juegas. Por eso, pensando en cómo diseñar para la democracia, me pregunto: ¿cómo diseñar ineficiencias significativas para hacer que las cosas funcionen mejor?”
Ante una pregunta del moderador del panel, Gordon puso a la deliberación colectiva (en lugar de la votación) como un ejemplo que puede entrañar claras “ineficiencias significativas”, porque según él, cualquier esfuerzo de “engagement” (implicación) genuino necesita de tiempo para que se construya confianza y empatía entre los participantes. Un proceso acelerado, que prima la eficiencia, puede desinvertir en ese activo social: “me pregunto cuánto de rápido se puede construir confianza en un proceso democrático”.
He estado dándole muchas vueltas a la tesis de Gordon. Su mensaje es relevante en el sentido de que nos invita a encontrar un balance más equilibrado entre procesos y resultados. Avisa que, si pensamos en términos de reinvención de valores a medio y largo plazo, hay que modular la impaciencia y entender que los procesos necesitan su tiempo. Un enfoque demasiado finalista nos encerraría muy probablemente dentro del mismo paradigma que intentamos superar.
Pero, por otra parte, no me canso de insistir que la eficiencia es un atributo que también hay que poner en valor, porque reduce el “desgaste evitable”. Del mismo modo que el proceso contribuye a invertir en capital social, obtener resultados en un tiempo aceptable genera una percepción de progreso que es imprescindible para que la gente no termine frustrada de las experiencias participativas. Además, a más crece el número de participantes, y se llega a una escala en la que la interacción social directa se puede volver inmanejable (pongamos, por ejemplo, el famoso Número de Dunbar, de 150 personas), más importante es introducir mejoras de diseño en los mecanismos de interacción para contener ineficiencias que se carguen el proceso.
En fin, seguiré explorando con sumo interés esa idea de Gordon de las “ineficiencias significativas”, pero intuyo que es más aplicable a grupos relativamente pequeños de participantes, ¿qué opinas tú?
Aupa Amalio!
El otro día al leer el post te decía que esto de las “ineficiencias significativas” me sonaba como un buen eufemismo. Hoy, releyendo, pienso también en una sinécdoque, de las de tomar la parte por el todo. Es como cuando a las cosas a las que nos dedicamos en ColaBoraBora las llaman “innovación no-tecnológica”. Y es que el lenguaje y la historia se escriben a la medida del patrón. Al resto parecería que solo nos quedase defendernos o nombrarnos respecto a lo imperante. De ese modo, se (nos) marca la agenda y se roba tiempo y energía para crear nuestros propios significantes y llenarlos de contenido.
¿Por qué al hablar de ineficiencias parecería que sólo se producen en la parte de los “procesuales situados”? ¿Acaso los dispositivos de los “algorítmicos escalados” no generan ineficiencias? Yo diría que sí, en ambos casos con sus particularidades y con sus aspectos significativos a rescatar. A unas nos cuesta más aumentar el impacto de forma sostenible, a otras, atender a lo dialógico y a las particularidades desde el cuidado. Quizá como en el caso de las “inteligencias múltiples”, aquí se trate de contemplar las “(in)eficiencias múltiples” y en la combinación de dispositivos de distinta tipología para aminorar el desgaste evitable.
Hola, Richi:
Perdona que no había visto este comentario ¡¡de Julio!! Te contesto ahora…
Mira, “eficiencia” significa “eficiencia”, o sea: 1) Haces más cosas y/o más rápido con los mismos recursos, 2) Haces lo mismo, y/o en el mismo tiempo, con menos recursos. En el primer caso multiplicas tu capacidad de hacer cosas, y en el segundo ahorras recursos. ¿Eso es bueno o malo? Bueno, casi todo en la vida se responde con un “depende”, pero en general eso es bueno.
Conectemos esa definición con tu comentario, aunque eres libre (incluso, me encantaría), que me propongas otra definición que nos sirva como premisa para entendernos. Estoy abierto a usarla 🙂
¿Acaso los dispositivos de los “algorítmicos escalados” no generan ineficiencias? => ¿respecto de qué, de hacerlo sin algoritmos, ni economías de escala, y todo manual, uno a uno, personita a personita? => Habrá algoritmos (por cierto, no sé por qué hablamos de “algoritmos” aquí, me estoy dejando llevar) que serán más (in)eficientes que otros. Pero, desde luego, si activas dispositivos de escalado, vas a ahorrar recursos o con los mismos, andarás más rápido, así que vas a mejorar la eficiencia respecto de mecanismos no escalables seguro. Pero OJO, que mejores la eficiencia no significa que lo hagas mejor. Ahí donde está la clave. De hecho, las mejoras de eficiencia tienden a castigar la calidad, a menos que afines bien el sistema. Lo mismo diría del “tempo”: a más eficiencia, más “fast”, y por tanto olvídate del encanto del “slow”. Lo que pasa es que el “slow” solo tiene verdadero sentido para unas cosas, y no para otras. No es una virtud para todo 🙂
Insisto, no podemos confundir: “eficiencia” con “eficacia”, ni “calidad”. Solo estamos hablando de “eficiencia”. De hecho, la tesis de Gordon lo que dice es que una mejora de la eficiencia puede traer consigo una pérdida de calidad, y a la larga de eficacia. Por eso hay que encontrar un punto dulce que aporte valor. Y enlazando con tus “(in)eficiencias múltiples”, vuelvo a lo mismo: habrá dispositivos que ayuden a mejorar la eficiencia, que sean más fuertes en eso; y habrá otros que fortalezcan otros atributos, como lo relacional, etc. En ese sentido, sí que podemos y debemos echar mano de varios dispositivos.
Aupa Amalio.
Entiendo eficiencía como utilizar los medios disponibles de manera racional para cumplir un obético de manexa adecuada. No lo ligar tanto a menos recursos o más rápido, sino a lo justo y necesario, como una ecología de medios.
Pero vamos, que estamos de acuerdo en que la clave es combinar eficiencia y eficacia de manera efectiva y sin olvidar nunca lo afectivo.